“LOS MOMENTOS OPORTUNOS NO SE ESPERAN, SE GENERAN”

Entrevista a MIRELLA QUISPE RAMOS
Codirectora de “CARNAVAL 

El conflicto armado ha marcado el derrotero escénico de Mirella Quispe Ramos. La joven directora, que creció y vivió en Huancayo, inició este camino hace algunos años cuando ambientó “La campana” en la guerra interna para presentarla como tesis de su carrera de Actuación en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático(ENSAD).
"Carnaval" de Miguel Ángel Vallejo Sameshima
Ahora, en “Carnaval”, texto de Miguel Ángel Vallejo Sameshima que logró una mención honrosa en el Premio Nacional Nueva Dramaturgia Peruana 2017 - Categoría “Teatro para la Memoria”, plantea un diálogo político y escénico antes que una exposición inequívoca de respuestas. Con libertad artística y rigurosidad antropológica, Mirella Quispe Ramos y Renzo García Chiok, codirectores de la puesta, exploran uno de los capítulos más lóbregos de nuestra historia republicana vista desde la cotidianidad de sus olvidados protagonistas. “Carnaval” irrumpe el presente con una voz –o muchas, quizá– que, a pesar de los años, nos resistimos a escuchar. 

TEMPORADA: “Carnaval” va los viernes y sábados a las 8pm en el teatro de la Alianza Francesa de Miraflores (Av. Arequipa 4595) hasta el 17 de agosto. Entradas: S/ 40 (General), S/ 30 (Jubilados), S/ 20 (Estudiantes) y S/ 17 (Alumnos AF). 

¿Cómo surge “Carnaval”?
La obra empezó a gestarse entre 2016-2017 cuando Miguel Ángel Vallejo Sameshima, Renzo García Chiok y yo coincidimos en la Especialización en Dramaturgia y Teatro Político organizado por la Universidad del Pacífico y el Goethe-Institut. Tuvimos mucho debate y un nivel profundo de diálogo. Este curso abordaba específicamente el conflicto armado y de él han surgido otras interesantes piezas como “La hija de Marcial” de Héctor Gálvez, “Ñaña” de Claudia Tangoa o “La terapeuta” de Gabriela Yepes, que será estrenada a fines de agosto en la Alianza Francesa de Miraflores. 

¿Cómo abordaste el texto desde la dirección?
Tratamos de ser antropológicos al rescatar una perspectiva humana que nos permitió separar a los personajes entre tradicionalmente buenos y malos. Es un tópico que acompaña al montaje. Y hemos tratado también de no anclar la historia en un espacio específico, como dice el libreto del autor [Vallejo Sameshima], quien tiene familiares en los Andes. Esa referencia andina puede verse en el vestuario y la utilería, aunque los hechos del montaje acontecen en los años noventa. 

Siendo un equipo diverso, ¿cómo dialogaron?
En “Carnaval” coexisten varias generaciones. Pepe [Iturrizaga] ha vivido de, alguna manera, los años del conflicto, a diferencia de Renzo [García Chiok] o yo que apenas somos treintañeros. Además, provenimos de distintas escuelas de formación por lo que dialogar sobre un mismo hecho desde diferentes miradas resultó complejo. Encontramos dificultades en el diálogo del tema en sí [el conflicto armado] y el aspecto humano detrás de él que, una vez resuelto, fue más fácil trasladarlo a la técnica. Para este tipo de teatro no solo se requiere técnica, sino que debe hacer un compromiso político detrás. 

¿Por dónde nos lleva el compromiso político de la propuesta?
Queremos contar lo cotidiano de estas personas independientemente del contexto vivido [el conflicto armado]. Rescatar el lado más humano ayudó a evitar los estereotipos de lo que significó ese periodo para nosotros. Ahora hay nuevos discursos y nuevas voces –por ejemplo, José Carlos Agüero, autor de “Los rendidos”– como para dibujar bandos sin abordar su complejidad.
 
Mirella Quispe Ramos
(Foto: Patrice Pavis)
¿Cómo resultó la experiencia de la dirección conjunta?
Es la primera vez que codirijo una obra, pero ha sido un proceso que me ha enriquecido mucho. [Renzo y yo] coincidimos en muchos puntos y otros en los que no empezando porque venimos de formaciones distintas: yo egresé de la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD) y él provino de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). El no poder dialogar o conciliar como país es algo que también nos pasó durante el proceso creativo de “Carnaval”: decidir qué es lo mejor para el montaje más allá del mero anhelo personal o artístico. Además, hubo un diálogo permanente con los actores para poder transmitir en escena no solo a nivel artístico sino humano. 

¿Cómo fue la acogida durante la primera temporada?
Estrenamos en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA) y luego fuimos al Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM) de Miraflores con muy buena recepción. Nosotros no queremos dar una sola mirada, sino que somos una propuesta que cuestiona al espectador con preguntas, no con respuestas únicas. No queremos ser panfletarios. 

En el camino encontraron posturas hostiles...
Felizmente no ha ocurrido, quizá, porque a través del montaje queremos dialogar. Hemos tenido debates fuertes sobre el tema, en especial, sobre los derechos humanos entre las personas que alguna vez pertenecieron a las facciones terroristas. Creo que si lo conversamos y lo escuchamos para entender, podremos salir de esa división simplista de bueno y malos. 

Han cuidado de no caer en estereotipos...
Durante el proceso tratamos de librarnos de la culpa porque nos inmoviliza y crea bandos polarizados: el culpable y el no-culpable. En “Carnaval” todos las personas tuvieron una responsabilidad sobre lo que decidieron hacer para sobrellevar ese periodo. No hay buenos o malos, todos han hecho algo de lo que se arrepienten. 

¿Cómo es el rol de la mujer en la obra?
Realizamos una creación psicológica bastante cuidadosa en los personajes femeninos que casi siempre aparecen estereotipados (víctimas) en este tipo de obras. melita y Raquel, las dos mujeres, [Mehida Monzón y Pilar Ochoa] no calzan con esa mirada paternalista que suele darse a los Andes desde una visión machista. Como feminista me interesaba mucho ponerlo en escena. 

¿Consideras que estamos a una “distancia adecuada” para que el teatro aborde el conflicto armado como temática?
Si existe urgencia por decir algo, cualquier momento es oportuno. Si alguien se empeña en crear y trabajar una propuesta, consigue los fondos, necesarios, encuentra un espacio que lo acepte y, sobre todo, un público que quiera oírte, es el momento. Ahora el público es más receptivo y el debate es más abierto si consideramos que vemos salir de la cárcel a condenados por terrorismo. Los momentos oportunos se generan, no se esperan. Además, hacer teatro en un país como el nuestro es apostar por ideas que pesan. El teatro es comunidad: necesitas gente que haga la escenografía y las luces, o que te dirija y, claro, que vengan a verte; desde ahí es un agente transformador. El teatro es un lugar de resistencia. 

Agradecimientos especiales: Zoilo Rodríguez / Alianza Francesa de Lima
Entrevista: EDER GUARDA / JIMENA CUCHO
Crítica Teatral Sanmarquina

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