Cómo aprendí a manejar
Estamos en Maryland,
década de los años sesenta. Encontramos a una familia convencional pero con
ideas un poco extravagantes, cuyo entorno está cargado de una fuerte
connotación sexual y, contradictoriamente, de un estilo de vida conservador.
Esta familia está compuesta por una madre soltera, abuelos, tíos y una niña.
Por la descripción que se da, al parecer, no hay nada extraño en todo esto si
no fuera por la relación ilícita que existe entre el tío y la niña.
“Rayita”, la
protagonista, empieza a contarnos la extraña “historia de amor” que vivió con
su tío apodado “Pico”, esposo de la hermana de su mamá, desde su niñez hasta la
mayoría de edad. Ella va narrando –en primera persona– diferentes episodios sucedidos
a lo largo de su vida, con saltos en el tiempo, a medida que recuerda y reconstruye
su historia.
Realiza un
paralelismo con las clases de manejo que él le daba –que ambos aprovechaban
para poder estar juntos, y que fue el principal pretexto que el tío utilizó para
acercarse a su sobrina con intenciones nada buenas. Esta figura sugiere una
metáfora entre las maniobras que uno realiza al momento de conducir en ciertas
zonas y situaciones con los sucesos y sentimientos que uno experimenta en su
vida y cómo poder solucionarlos o superarlos.
La puesta dirigida por
Ebelin Ortiz es dinámica, aunque podría resultar confusa por los constantes cambios
de tiempo de la historia y por el manejo de alguno de sus personajes.
También
posee ciertos detalles en el vestuario y en la escenografía que fortalecen el mensaje:
dos personas que salen del grupo al cual pertenecen para crear un mundo aparte,
a su manera y bajo sus propias reglas.
“Cómo aprendí a
manejar” es una obra sobre la pedofilia, la falta de afecto en el núcleo
familiar y la presión que ejerce la sociedad sobre las personas. Y expone, de
forma implícita, la dominación, el poder, el juego de roles y la manipulación a
causa de una necesidad sexual.
Un claro ejemplo es
que los personajes de “Rayita” como víctima y el “Tío Pico” como abusador no
terminan encasillados, sino que sutilmente cambian sus papeles según las
circunstancias. La historia posee una trama desconcertante y compleja en la que
se cuestionan muchos de los conceptos “tradicionales y comunes” de las
relaciones personales y de familia.
Sin embargo, también
nos habla de la necesidad de enmendar los errores que uno comete tal vez por inmadurez
o, quizás, por poca experiencia, de la necesidad de comprender hasta donde
realmente uno debe llegar y cuáles son las consecuencias de cruzar los límites.
En pocas palabras, la necesidad de superar las situaciones traumáticas que uno
ha vivido para crecer y madurar.
Ficha
artística
“Cómo aprendí a
manejar”, de Paula Vogel
Dirección: Ebelin
Ortiz / Asistencia: Jimena del Sante
Elenco: Leticia
Poirier, Mario Velásquez, Firelei Barreda, Michella Chale y Tirso Causillas
Lugar: Centro
Cultural El Olivar (Ca. República 455, San Isidro)
Las funciones van de
jueves a lunes a las 8pm
La temporada culmina
el 8 de junio
Reservas a
comoaprendiamanejar@gmail.com
BERTHA
ÁVILA
Crítica
Teatral Sanmarquina
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