Daño: una verdad sobre las redes sociales
Las redes sociales llegaron para quedarse. Lo mismo pasa con la televisión desde hace seis décadas. Salvo que aparezca una nueva tecnología que las supere, como ya está pasando con los ahora llamados “teléfonos fijos”, la Internet no puede volver atrás. Las redes sociales sirven para comunicarnos y buscar información, necesidades básicas del ser humano desde siempre. Con estas también podemos escuchar música y ver películas, sin necesidad de aparatos grandes ni salas de cine.
Pero las redes sociales también pueden despertar nuestros bajos instintos, nuestras locas pasiones. Aquellos deseos de reconocimiento y figuración que difícilmente se podrían haber obtenido antes de la aparición de Internet. En 2020, la plataforma Netflix difundió el documental El dilema de las redes sociales. Extrabajadores y exfuncionarios de compañías como Google y Facebook (ahora parte de Meta) cuentan cómo funciona la manipulación a los usuarios. Dicha manipulación no solo sirve para alinear comunidades a preferencias políticas o de consumo. También nos hace creer que somos más importantes y aparentar lo que no somos. “Lo mismo un burro que un gran profesor”, frase del tango Cambalache, parece estar más vigente en este siglo de las redes sociales que en 1934, año en que fue compuesto.
Daño, el unipersonal teatral que interpreta de forma brillante Karina Jordán, describe muy bien ese mundo de apariencias y frivolidad. La historia que nos cuenta Jordán trata de una agente inmobiliaria que vende una vivienda a una influencer, quien a partir de este hecho será un desborde de lujos y frivolidad en sus redes sociales.
Esta influencer gozará el placer de los likes y el aumento de sus seguidores, pero también el peso de los haters, fenómeno de las redes sociales que se expresa en personas que pueden expresar resentimiento ante el “éxito” o su alegría ante el “fracaso” de la influencer a la que rechazan.
Daño nos demuestra que las redes sociales pueden desatar lo peor del ser humano, ya sean influencers o seguidores. También nos revela, de forma tácita, que hay un mundo más allá de las redes: el mundo real, de carne y hueso, de alegrías y tristezas, que va más allá de lo que vemos en las pantallas de nuestro celular.
La interpretación de Jordán tiende a ser cómica en la mayor parte de la obra. Su capacidad interpretativa hace que por momentos, si bien su personaje es el de la agente inmobiliaria, se confunda con la narradora testigo y describa con ironía y sarcasmo a la influencer. Daño tiene más momentos de comedia, en la que se caricaturiza el modus vivendi de los influencers. Pero también apela a otras emociones humanas, como la tristeza, el odio y la frustración que no solo vive la protagonista, sino aquellos personajes anónimos que se expresan en las redes.
Esta obra teatral, dirigida por el peruano Mikhail Page y escrita por la británica Phoebe Eclair-Powell, tiene similitudes con el capítulo Caída en picado de la serie (también británica) Black mirror, en el que una chica obsesionada con los “likes” es invitada por su mejor amiga de la infancia, la más popular del salón, para que sea su dama de compañía en su boda. Como en este episodio y en toda la serie, Daño nos muestra los peligros a los que nos pueden llevar las redes sociales si nos dejamos utilizar por ellas, en vez de utilizarlas para un beneficio sano.
Por: Víctor Liza
FICHA TÉCNICA:
“Daño”
Dramaturgia: Phoebe Eclair-Powell.
Dirección: Mikhail Page.
Producción: La Ira Producciones
Elenco: Karina Jordán.
Lugar: Teatro Británico. Bellavista 531, Miraflores.
Temporada: del 23 de septiembre al 26 de noviembre.
Martes y miércoles, 8 pm.
Entradas a la venta en Joinnus.

Comentarios
Publicar un comentario