Yana, crecer en la oscuridad: desencuentros entre psiquismo y política
Lo interesante es la manera en cómo el autor busca entretejer estos componentes desde el triple encuentro. Tenemos a Angélica, una chica que busca surgir económicamente mientras lidia con lo que en principio parece una elaboración psicótica; por otra parte, está Rebeca, una muchacha concienzuda, muy activa en la política estudiantil y creyente en el materialismo dialéctico; y finalmente, Rudy, un muchacho que acaba de salir del colegio y desea trabajar para conseguirse un vehículo.
A lo largo de la obra veremos cómo va cambiando el psiquismo de Angélica, quien se encuentra en una doble situación de vulnerabilidad. Están sus necesidades de subsistencia y su salud mental en aparente deterioro. Rebeca será el factor terapéutico de Angélica, su amistad es ese apoyo que no dejará que Angélica se hunda en la oscuridad emergente de su psique. Es curioso porque en Rebeca vemos cómo su empuje lleva a ver un doble matiz. De un lado, la sensibilidad y tacto para acompañar a su amiga en medio de una situación compleja como lo son las dificultades económicas y la angustia psicológica, y del otro, su fuerza militante que da coherencia a su espíritu.
Esa efervescencia política la lleva a transmitirles entusiasmo a sus amigos, Rebeca le habla a Angélica de la plusvalía, del capital, entre otras cosas, es un diálogo honesto que se arraiga en el cuidado, desde sus convicciones. También es el encuentro entre las estructuras de poder y las realidades individuales. Angélica está en una situación de carencia y exclusión social, su salud mental aparece como algo de la esfera íntima, como secreto de amigas. Esta situación implícitamente excluyente expulsa la salud mental de la esfera pública estatal y la arrincona en la esfera privada amical. Algo que pasa día a día en el Perú, los peruanos cargan con su salud mental a solas, cuentan con el apoyo de unos cuantos amigos, a falta de acceso y acompañamiento comprometido del Gobierno. Existen muchos programas del Estado, pero no muestran su eficacia cuando se trata de seguimiento, constancia, resultados. La inaccesibilidad y la falta de una pedagogía del acceso a los servicios públicos hacen que aparezcan Rebecas que acompañen a Angélicas por puro amor.
Por otra parte, la destreza actoral presenta una ecología del movimiento y los objetos que generan resonancias en el espectador. En Yana la cocina es al mismo tiempo el pulpito de la cátedra universitaria, el podio desde donde se dan las noticias y la banca del hospital donde reposa un moribundo. Esta multiplicidad significante genera riqueza de consciencia, nos revela la versatilidad de los objetos, y cómo son iluminados por la acción teatral. A esto también se refería por ejemplo el filósofo francés Michel Henry cuando decía que la consciencia ilumina la oscuridad de los entes. Yana es una explicitación de esta fórmula gnoseológica y ontológica. De cómo la acción de un personaje eleva al ente conforme a la necesidad de los propósitos de la obra y lo transforma en algo diferente. Designa el nuevo nombre sin hablarlo, es la acción la que re-nombra, la que elige y da nombre con el movimiento, el gesto, con la articulación entre el objeto y la persona, es un mismo organismo que se entreteje, persona-mundo, persona-objetos-del-mundo. Y se aprecia que no hay arbitrariedad, sino necesidad, surge de la narrativa de la misma ficción de Yana. Esto es un elemento clave en la obra y algo que resaltar en la dirección.
Otro aspecto valioso es cómo el psiquismo de Angélica se asocia a una pandereta. Es llamada “eso”. Cuando llega Rebeca a casa de Angélica y le dice qué haces con “eso” refiriéndose a la pandereta, nos transmite que la pandereta es algo que tiene que ver con el vínculo deteriorado entre Angélica y su madre, aquello que la convoca a su propio hundimiento en un psiquismo roto, una suerte de regresión simbiótica en las alucinaciones de la madre-descalificante. Rebeca llama “eso” al objeto que contiene este vínculo roto entre Angélica y su madre, entre lo que aparentemente era el trauma, la voz descalificante, lo mórbido de la relación madre-hija. Al llamarle ‘eso’, pierde su significado convencional de pandereta, sin dejar de ser la pandereta en cuanto significante. Entonces, el “eso” y lo sonoro que hay en el significante se fusionan.
El ‘eso’, como ‘ello’, como ‘id’ en el sentido analítico, es lo que no tiene nombre, la oscuridad que indiferencia todo, es lo que hay de Yana en Angélica. Ese ‘eso-Yana’ o también ese ‘ello-oscuridad’ que hay en Angélica es la herida asociada con la madre, el trauma de la pérdida, más adelante veremos que en un giro narrativo Angélica notará que su madre en realidad no la odiaba, que eran sus propios núcleos paranoides los que le hacían ver odio, rechazo y desprecio donde realmente había amor, cuidado y hospitalidad. La madre surge del Yana con el elemento sonoro, en realidad Yana se narra como lo sonoro, es Yana que surge del ‘eso-sonoro’ o ‘eso-pandereta’, la madre real, acogedora, sabia, protectora.
La pandereta en tanto objeto se despoja de su significado para hacerse canción, es decir, puro significante, pura forma sonora, podríamos decir que la oscuridad se volvió Yanawara, una luz, un camino. Lo curioso es que la escena donde Angélica descubre la realidad detrás de su madre viene después de la manifestación política y los enfrentamientos estudiantiles donde ella estuvo a punto de perder la consciencia. Es allí donde se reafirma el valor terapéutico de la militancia política impulsada por Rebeca. Entonces, donde no hay psicoterapia, hay acción política, donde no hay Estado, hay amigos, donde no hay Razón, hay Caritas.
Este es un ejemplo emblemático de cómo surgen mecanismos compensatorios desde la misma sociedad civil y la simple ciudadanía. Hay una identificación entre política y terapia. Pues, el trasfondo de la política, no tiene que ver con el proselitismo partidario o la militancia política per se, sino con que el propósito fundamental de las acciones políticas es la comunidad humana, el sostenernos todos comunitariamente, el acompañarnos como civilización humana. En ese sentido politikḗ es therapeía, un artefacto de la civilización cuyo propósito se ha orientado organísmicamente al cuidado de la comunidad humana. Así, pues, lo que debiera ser política-terapia, termina siendo política-antiterapia. Es decir, esas voces descalificantes de la consciencia de Angélica, no eran la voz de su madre. Lo yana-sonoro nos ayudó a ver que no se trataba de su mamá. ¿Entonces, cómo surgió esa consciencia descalificante?
Podríamos hipotetizar que viene de la mala praxis política del Estado que genera una psicopolítica de la desesperanza o estructuras institucionales desesperanzadoras, que nos llena de incertidumbre, miedo, inquietud, culpa, muerte. Es lo que Hegel llama unglückliches Bewusstsein, es decir, una consciencia desdichada, que surge como una autoconsciencia impotente motivada por la inequidad estructural del Gobierno, con sus desigualdades, injusticias, indiferencias. No quiere decir que Angélica no puede cambiar eso y está determinada y condenada a una consciencia desdichada, la obra ya nos demuestra literariamente que esto no es ni tiene que ser así, pero sí nos invita a ver el fuerte y real componente de las fuerzas estatales sobre la consciencia individual, sobre el psiquismo individual. En otras palabras, retrata cómo las estructuras institucionales del Estado pueden generar consciencia desdichadas, o lo que es lo mismo, cómo el Estado desgasta nuestra psique, hasta el punto de destruirla psicológicamente, de desarticularla y desintegrarla en el peor de los casos. En otras palabras, el Estado aparece como estructura mórbida o estructura necrófila, es una suerte de artefacto metastásico que se disemina por todos los órganos sociales, afectando individualmente a cada persona.
Otro punto importante es la figura del maestro, de cómo la entrega a sus estudiantes es un levantamiento de la moral, aparece como modelo, como sutilmente figura paterna y como metáfora de quienes hacen su tarea desde los estrados públicos. Mientras hay quienes caen en la infamia por ocupar puestos públicos, están los ignotos profesores que operan desde el anonimato, que tienen finales como el maestro de Yana, en la soledad, la ingratitud estatal y la resignación; “en este país todos tenemos un turno jovencito”, algo que dice el profesor cuando está esperando que le atiendan en el hospital. El profesor se presenta como dispensador de esperanza, como fuerza y resistencia.
Por otra parte, está Rudy. Si vemos que a lo largo de la obra Angélica sufre una transformación positiva en su psiquismo, lo mismo ocurre con Rudy, pero en el caso de él, este efecto de cambio viene de sus deseos de aprender, de estudiar (el encuentro con el profesor en el hospital le abre esperanza a sus aspiraciones profesionales), del modelo que ve en Rebeca. Si Angélica se transforma por la therapeía que encuentra en su amiga, la metamorfosis de Rudy viene por la esperanza en la paideía que ve en Rebeca. Se cree que ya no solo esperaría trabajar para tener un carro, lo que ya va hablando un poco de él pues es un deseo genuino y enmarca la ilusión de su fuerza juvenil, sino que además, busca ser mejor persona y crecer, sale de la inmediatez del instinto para orientarse al espíritu, en sentido hegeliano. Rebeca le abre este horizonte ético, gracias a que le otorga una segunda oportunidad.
El personaje de Rudy le da varios efectos cómicos a la obra, de por sí, toda la obra tiene insumos humorísticos, pero la vis cómica cae en Rudy. Esto se suplementa muy bien con la aparición inesperada de un fool interpretado muy bien por Braulio Pérez, que encarna satíricamente a un conductor de televisión y reportero. Es el comic relief que nos lleva de tanto en tanto a la risa, entre momentos álgidos de tensión y drama, dándole a su vez un aroma circense y surrealista a la obra.
Así pues, Yana, es una obra que nos conduce por diferentes rutas, enriquecida por la exploración musical a través de objetos venidos a instrumentos, de ruido que deviene en sonoridad, nos acera a los desencuentros entre psique y política, a esos rincones de la vida personal, a esa oscuridad innominada…
Ficha Técnica
Título de la obra: YANA, CRECER EN LA OSCURIDAD
Elenco: Diana Veliz Castro, Francis Vega, Daniela Segura, Angel Vera, Braulio Pérez
Dramaturgia, composición musical y dirección: Carlos Orbegozo Reyna
Producción: Centro Cultural Casa Perejil
Presentación: CAFAE-SE Av. Arequipa 2985 San Isidro
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