XXX MUESTRA NACIONAL DE TEATRO PERUANO (Día 1)
Han pasado 50 años desde que una jovencísima y activa Sara Joffré fundara la I Muestra Nacional de Teatro Peruano (MNTP). Era 1974 y, al intentar responderse si realmente existía el teatro peruano, la directora, dramaturga y crítica de teatro terminó abriendo una caja de pandora casi por casualidad. Y para bien.
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La XXX Muestra llegó al Centro Social de la ciudad de Huacho |
“GRITOS DEL PUEBLO” – Aguas Vivas (Huánuco)
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La propuesta inaugural de la muestra
trajo a escena una situación dolorosamente familiar: los conflictos sociales. Apremiado
por una sequía, un poblador moviliza a su comunidad para buscar alguna solución
del gobierno, pero, como en la vida real, su clamor se pierde en la soledad del
campo mientras la ayuda parece no llegar.
El montaje se desarrolla entre la
alegoría y el realismo, ejes que no confluyen en escena. Por eso, cuando
aparecen dos entes como el Hambre y la Miseria, en ausencia del campesino, la
teatralidad fluye con imágenes poéticas, y universales, aunque es abruptamente interrumpida
por los reclamos del comunero.
Hay escenas corales, coreográficas y un
juego de máscaras que deslizan buenas reflexiones sobre la pésima
administración de los recursos o la mala distribución de la riqueza. Y, aunque
la protesta es razonable, no es de extrañar que más propuestas agiten la
bandera de la justicia en medio de tanto cobarde terruqueo.
“ATRAPADOS” – Kawsay Teatro (Junín)
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Este texto de la autora María Teresa Zúñiga presenta a tres hombres en trajes oscuros y zapatos –a excepción de uno– inmersos en un lugar extraño y brumoso del que buscan salir, aunque sin mucha suerte.
A pesar del excesivo empleo del humo, algo que se debe moderar, la buena sonorización e iluminación bastó para conseguir la atmósfera de demencia. Buenos apuntes que aprovechó el director Françoise Benjamín para llevar a escena un reto escénico con un inesperado y revelador desenlace.
“LA MADRE” – Gallito de papel (Arequipa)
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En esta muestra no podía faltar la
presencia de su reconocida impulsora. Así, vimos “La madre”, texto de Joffré que, en manos,
cuerpo y alma de Pedro Herrera, su solitario intérprete, cobró un significado sublime,
emotivo y, sobre todo, vigente al exponer la precariedad y marginalidad en la
que el arte suele abrirse paso.
No en vano, el héroe de esta historia subversiva
es un artista venido a menos, un travesti entrado en años, y, por si fuera
poco, un padre forzosamente ausente. Esta noche, sin embargo, su hijo ha venido
a verlo actuar. En lugar de guardar discordias, este hombre se alista a
afrontar, con valentía, cordura y cinismo, los prejuicios sociales.
La propuesta íntima se acompaña de la indomable
luz de una vela, una musicalización perfecta para nostálgicos y un trabajo solvente
de la utilería. Y es que, a veces, los dramas más genuinos ocurren poco antes de salir a
escena en esos viejos camerinos en los que aún es posible imaginar las miradas
cómplices de un público que espera.
“LAS DOS FRIDAS” – Mueca Teatro
(Chiclayo)
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La escenografía saturada de “Las dos
Fridas” se asemeja mucho a un lienzo. Y no cualquier lienzo, sino uno de Frida Kahlo,
quien irónicamente apenas vendió una obra en vida. En ese enigmático cuadro aparecen las
dos versiones de ella mismo que finalmente aparecieron en el cuidado montaje del experimentado
director José Atto.
La propuesta estética (utilería, vestuario y escenografía) y técnica (iluminación y música) se robó la atención del público. Y,
si bien la dramaturgia es extensa y redundante, Perla Cortez y Karina Nizama
lograron entrar en la piel y personalidad de Frida para compartir sus fracturas
espirituales, emocionales y físicas sin distracciones ni sentimentalismo.
Ambas actrices recrearon momentos de su
vida en tono de confesión y protesta con escenas de texto o danza. En esta lograda
ambientación de flores y colores mexicanos no podía faltar La Muerte –una
Katrina bajando las escalinatas– que podría anticipar todas las desgracias que esta
artista pudo ocultar en sus trazos.
“PIRIN PIN PIN Y SUS HISTORIAS” – Muchik
(Yurimaguas)
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Este montaje fue un buen ejemplo de cómo
apreciar y disfrutar del teatro de títeres a cualquier edad. El maestro Alberto
Sánchez en complicidad de sus amenas marionetas (Pirim Pin Pin el payasito, la bailarina
y el “español” Eloy Joy Joy) ponen a su audiencia a cantar, aplaudir y, si
quisieran, también a bailar en el recinto.
En poco más de una hora de función, sus dos historias didácticas nos hicieron recordar que las enfermedades se pueden evitar con un poco de agua y jabón o que podemos aprender una valiosa enseñanza con una canción de buenos amigos. Aunque el código de humor es reiterativo y, por ratos, pícaro, funciona para los grandes y también para los más pequeños. Y lo logra con personajes valientes, torpes, egoístas o perversos, rasgos que reflejan a la humanidad tal cual. Este montaje –la función número 2500, a decir de su autor– ha envejecido con desenfada vigencia y con la agradable sensación de que cada público que lo ve espera siempre una aventura titiritera más.
Agradecimientos: FRITZ OSTOLAZA (Patas de Palo Teatro)
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Revisa más detalles en la página de FB de la XXX Muestra
EDER GUARDA
Crítica Teatral Sanmarquina
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