¿Alguien recuerda todavía a Meyerhold?
Releyendo las páginas
de sus textos teóricos me encontré esta sabrosa reflexión: “Para el realizador
y el actor los ensayos comienzan el día del estreno, cuando el público aparece
por primera vez en la sala. Hasta entonces solo habían tratado de conocerse
mutuamente…”.
Ah, claro que sigue
mucho más y es un ejercicio muy grato y provechoso continuar leyéndolo. Parece
mentira que este texto pertenezca a la
charla: “Trabajo del director de escena con el actor charla con la compañía del
teatro “D-37” de Praga (30 de octubre de 1936)”. Estas reminiscencias
me han venido porque hace poco fui a ver un simpático espectáculo, cuyo texto
era ágil, interesante, los actores simplemente buenos, ellos no están en
cuestión.
El director estaba en
su segunda o tercera dirección por tanto había que entender que su manejo del
espacio –uno de los secretos en el teatro– estaba lleno de miedo. No se
arriesgaba a usar el escenario. De modo que una crítica a manera de comentario
abierto me parecía demasiado. Cometí una indiscreción y me decidí a conversar con “el realizador” como llama Vsévolod Meyerhold (1874 - 1940) muy apropiadamente a quien tiene la conducción de la puesta en escena.
¿Qué había pasado? Le
dije: “Pues mira, en la escena final, que es fuerte, va en silencio, el personaje
que lleva la acción arrastra al otro personaje de modo que tapa completamente a
la actriz delante de la cual se abrazan”.
Corrigió el error
porque no se trataba de un símbolo ni de algún caprichoso mensaje y movió a los
personajes. Con mucha ilusión fui a la siguiente función, el director había
corregido lo señalado, pero ahora en otro momento otro actor decía sus
parlamentos de pie delante de la actriz.
¿Qué es esto?
¿Únicamente falta de entrenamiento, falta de ensayos, de modestia?
Y es que tengo el
convencimiento de que para dirigir, además de ser necesaria una vanidad bien
cimentada por el conocimiento, también es urgente y, de manera especial, una
gran carga de humildad, porque a dirigir, a “realizar”, de acuerdo a Meyerhold,
se aprende dirigiendo y teniéndose a sí mismo como el más riguroso de los
maestros.
Si el director y ¿por
qué no? también los actores no miran su puesta con ojo crítico y con ánimo de
optimizarla entonces se irán ablandando y eso sería una gran pérdida para su
arte y consecuente desarrollo artístico.
¡A mirarse con amor,
amor verdadero por el teatro y los propios esfuerzos!
Crítica Teatral Sanmarquina
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