Monti: La implacable libertad de la palabra
Espacio
Libre sigue dialogando. Cuando conocimos al dramaturgo y director argentino
Mauricio Kartun (San Martín, 1945) apareció en la conversación un personaje
inquietante que había sido motor creativo de muchos (y básicamente nuevos)
autores teatrales como él. En nuestro afán por saber más y ponerle la voz que
se merece, decidimos buscarlo para completar un poco más la historia de
nuestros teatros y su génesis. He aquí al gran Ricardo Monti (Buenos Aires,
1944), quien en noviembre pasado presentó
su novela “La creación” (2017).
La Hoz: Tus primeros textos
dramáticos coinciden con el inicio de la década del setenta cuando la
dramaturgia argentina colisionaba con el realismo reflexivo y la neo-vanguardia
básicamente absurdista. ¿Cómo fue tu tránsito por esta etapa medular para la
dramaturgia contemporánea argentina? ¿Hacia dónde mirabas en esa época?
Monti:
En esa época era una esponja. Bueno, lo sigo siendo. Podía conmoverme Brecht
como Claudel como Beckett como... También ahora. En realidad, siempre he sido
muy ecléctico en materia de arte. En esos años estaba impactado en particular
por el expresionismo y el pre-expresionismo, especialmente, en la plástica:
Grosz, Munch, Ensor; en teatro, un precursor como Georg Büchner y su “Woyzeck”.
Ricardo Monti |
Siempre
me parecieron incomprensibles las preceptivas o pretensiones de fijar un modelo.
Hay artistas a los que solo les gusta lo que es parecido a lo que ellos hacen.
A mí eso me parece aburridísimo. Lo que busco en una obra ajena es, en
principio, lo auténtico de ese autor, lo genuino, que determinará a su vez el
estilo en que lo plasma. Así, hay un secreto hilo conductor en mis obras.
Pero
reflexiono sobre ello a posteriori. Cada una fue producto de una búsqueda
particular, prácticamente desde cero. Podría haber escrito muchas más
replicando las anteriores (como es frecuente que suceda). Pero eso no me
resultaba ni me resulta atractivo. Cada obra representó un desafío, aun
aquellas en las que deliberadamente yo desarrollaba algún aspecto de una
anterior, como es el caso de “La cortina de abalorios” o “Finlandia”.
La Hoz: ¿Cuándo te decides por el
teatro? ¿Existe un momento que identificas como “el comienzo” o fue un romance
gradual?
Monti:
Tuve una vocación literaria temprana. A los ocho o nueve años escribí mi primer
poema y, en ese momento, supe que eso era lo que haría siempre más allá de los
trabajos para ganarme la vida. A los doce años, calculo, vi por primera vez una
representación teatral. Aunque era una comedia típicamente comercial (me llevó
mi familia), esa experiencia me sacudió y mi vocación literaria general se
acopló con el teatro.
Ya
entrado en la adolescencia comencé a ver teatro por mi cuenta (recuerdo el
deslumbramiento de “Esperando a Godot”), a incorporar mucho teatro en mis lecturas,
a estudiar interpretación, a tratar de dirigir espectáculos en el Colegio
Secundario.
Pero
si bien escribía poesía y llegué a adquirir mucha fluidez en narrativa, la
dramaturgia me era esquiva. Mis intentos de escribir teatro eran frustrantes,
no sabía cómo hacerlo y todo terminaba en el cesto de basura. Decidí entonces
concentrarme en el relato.
Alrededor
de los 25 años estaba escribiendo una novela y, en medio de ella, descubrí
repentinamente cómo podía volcarla en términos teatrales. Y fue mi primer obra:
“Una noche con Magnus & hijos”. Va a hacer ya casi medio siglo que se
estrenó y aún se sigue representado: la temporada pasada en Buenos Aires y dos
pedidos para la actual, otra puesta en Buenos Aires y una en Mar del Plata.
La Hoz: Tuve la oportunidad de
conocer y entrevistar a Mauricio Kartun. Él te reconoce como su maestro o, en
todo caso, como el que “le transmitió la
posibilidad de expresarse a sí mismo en su propio teatro”. ¿A quiénes reconoces
tú como maestros o transmisores de ese autoconocimiento fundamental para crear?
Su reciente novela "La Creación" |
Una
motivación, repito, fue conservar y divulgar una tradición cultural que los
militares trataban de destruir. Muchos artistas e intelectuales fueron
asesinados o tuvieron que emigrar. Yo, que figuraba en las listas negras,
estuve a punto de hacerlo. Pero logré mi objetivo: formé a decenas de
dramaturgos (y sigo haciéndolo) y muchos de mis alumnos se convirtieron a su
vez en grandes maestros como Mauricio. Pero yo en lo personal no lo tuve.
Mucho
después me enteré que Pablo Palant –un autor y crítico que con el tiempo fue
entrañable para mí– tenía un Seminario en Argentores (la Sociedad de Autores Teatrales
de la Argentina), pero ignoro cuál era su método y su plan.
La Hoz: Otro episodio al que se
refirió Kartun fue sobre el proceso de incertidumbre que planteabas para
escribir sin importar a dónde vas y, más bien, la importancia de construir la
imagen propia. Sin embargo, lo que más me llamó la atención es tu planteamiento
sobre el humor: “Intentar fabricar el
chiste, es crear chistes malos. Si uno es divertido, tu trabajo va a tener
humor”. ¿Cuántos de estos ejes siguen presentes en tus procesos creadores?
¿Hay algo en lo que hayas dejado de creer?
Monti:
No, por el contrario. Esos ejes se han afirmado con el tiempo. Escribir desde
la imagen propia, genuina, sigue siendo el único punto de partida. Yo descubrí
en mi proceso creativo el mecanismo y la función de la imagen. Nunca lo he
teorizado, aunque muchas veces me lo propusieron, salvo muy escuetamente en una
ponencia que alguna vez me pidieron y fue publicada.
Ahora,
una persona con cátedra universitaria y con la formación académica necesaria,
que ha estudiado muchos años mi teatro, intentará una teorización a partir de
esa ponencia. Sí, por cierto, he ido desarrollando otros aspectos, relacionados
con el proceso de reflexión o autointerrogación que debe acompañar al “de
incertidumbre”, como lo has llamado. Y tienen que ver con la pregunta, insisto,
sobre el conflicto, la acción y los niveles de significación.
La Hoz: En 1981 fuiste parte de la
creación del Movimiento de Teatro Abierto para recuperar la democracia y las
calles para el arte. Luego, en 1990, se
estrenó el documental “País cerrado, teatro abierto” que consolida esta
experiencia. Muchos de los militantes luego se alinearon con el sistema. ¿Qué
pasó? ¿Las instituciones son, tarde o temprano, un lugar al que hay que llegar?
Monti:
Quien camina hacia algún lugar es muy probable que llegue a ese lugar. Durante
la dictadura militar yo estaba prohibido en los teatros oficiales. Esa
prohibición era innecesaria. Yo nunca, nunca hubiera permitido que una obra mía
se diera en un teatro oficial de la dictadura.
Las
películas de esa época en cuyo guion trabajé no llevan mi nombre. Pues no me
importaba. No me ato a ningún dogma, aunque soy apasionado en lo que pienso.
Trato de conservar la más extrema libertad de mi pensamiento como lo demuestran
mis obras. Pero no hago acuerdos con asesinos, ni con cómplices de asesinos.
La Hoz: Recuerdo haber participado en
1986 de un evento denominado “Semana de la Integración Cultural
Latinoamericana” (SICLA) en diversos lugares de la ciudad de Lima y con un
discurso muy similar. ¿Tienes información de la influencia que tuvo Teatro Abierto en el Perú? Por otro
lado, aquí tuvimos a una autora y activista teatral llamada Sara Joffré que,
Sanchis Sinisterra, asoció a la escritora argentina Griselda Gambaro. ¿Qué nos
puedes decir sobre la participación de la mujer en el Teatro Latinoamericano?
Monti:
No ignoras, Diego, el aislamiento intencionado y la escasa intercomunicación de
nuestros países latinoamericanos. A eso súmale (en el Rio de la Plata diríamos “súmale”)
mi propia tendencia al aislamiento y mi bajísimo nivel de exposición. Acá soy
conocido por eso, por no darme demasiado a conocer.
De
modo que no tengo información de los acontecimientos a los que te referís. Lo
siento. Tampoco puedo responderte la pregunta general. Simplemente porque nunca
he reparado en si un autor es varón y/o mujer, o viceversa, sino en si es
auténtico/a.
Mis
alumnos y alumnas, creo, que se reparten por mitades. Son muchísimas las
alumnas cuyo talento tuve la dicha de ver desplegarse, que han estrenado y
siguen estrenando, que han ganado importantes premios. También en narrativa.
Admiro a Griselda Gambaro. De las tres obras que dirigí, la primera fue de una
autora: Diana Raznovich.
La Hoz: ¿Conoces el Perú? ¿Qué
recuerdas?
Monti:
Sí, estuve en el Perú. Pero solo en Lima. Guardo intensos recuerdos. De sus
calles, de su no lluvia, o llovizna en suspenso, de sus flores arrancadas al
polvo gris, de una avenida de antiquísimos olivares, de los sabores de sus
comidas, tan sabrosas, de sus ceviches, de un terremoto que hizo retemblar el
hotel donde me alojaba y demostró mi convicción de que el tiempo no existe,
sino que es una forma de la percepción humana (por lo menos en un terremoto),
de la ancha grieta que ese terremoto dejó en una vieja casona cerca del mar.
De
esas piedritas de todos los colores, texturas, y mezclas imaginables que se
venden de a puñados en tiendas para turistas. Esas piedras que aún atesoro en
una cestita, también peruana, frente al sillón que uso cuando doy clases. Esas
piedras que no sé por qué (o sí sé por qué) me hacen recordar siempre a José
María Arguedas, cuya prosa de pedernal tanto amo desde mi juventud.
La Hoz: Un personaje muy reconocido
(y querido) en el Perú es Osvaldo Dragún. ¿Cuéntanos un poco de tu experiencia
con él?
Monti:
Osvaldo perteneció a una generación dos veces anterior a la mía (si contamos
las generaciones por décadas). Aún recuerdo muy vívidamente el impacto de
algunas de sus obras, a cuyo estreno asistí recién salido de la adolescencia. Por
ejemplo, “El jardín del infierno” o “Y nos dijeron que éramos inmortales”.
Después lo conocí personalmente no sé en qué ocasión. Y por fin tuve con él un
trato más asiduo a raíz de Teatro Abierto. Un gran artista, un luchador, un
hombre tenaz.
La Hoz: ¿Cómo ves el panorama del
Teatro Latinoamericano frente a las políticas neoliberales, capitalistas y
ultra conservadoras de nuestros países? ¿Dónde nos toca mirar y poner nuestra
esperanza?
Monti:
¡Ay! Tengo ganas de dejar esta respuesta, pero no. La esperanza solo nos toca
mirarla y ponerla en nosotros mismos. Nuestra mirada persistente, permanente,
incansable, obstinada, inconmovible debe ser la unidad. La Patria Grande. La
Nación Latinoamericana. Única en sus ricos matices y diferencias, pero “una”
frente al invasor y sus cómplices internos, que nos descuartizan para
saquearnos de a trozos y a placer.
*Conoce más sobre Ricardo Monti en su sitio web: www.ricardomonti.com
*Conoce más sobre Ricardo Monti en su sitio web: www.ricardomonti.com
Entrevista: DIEGO LA HOZ
Una colaboración para Crítica Teatral Sanmarquina
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