Hay que llenar la noche, de verdades
Hay que llenar la noche, escrita por César Bravo el año 1993, es la obra con la que el Grupo Espacio Libre vuelve a escena después de un periodo donde cada uno de sus integrantes realizó sus propios proyectos.
La historia es aparentemente muy sencilla. Se trata de un triángulo amoroso entre jóvenes profesionales que trabajan en un banco. Uno de ellos es Jorge o “Coco”, quien ve de casualidad a Raquel, un amor platónico de su adolescencia, y sus sentimientos hacia ella vuelven a renacer. Hasta aquí todo aparenta un encuentro feliz, con la salvedad que “Coco” tiene novia, Elizabeth, quien está muy enamorada de él. El tercer personaje del triángulo es Juan, amigo y confidente de Coco.
Los actores desempeñaron con solvencia sus personajes. Elyana Fry interpretó a Elizabeth como una mujer moderna, valiente, que conoce muy bien el mundillo del banco y sobre todo conoce a Coco y sabe de sus debilidades. Se siente herida cuando este le confiesa su supuesta infidelidad, que no es la primera, por ello lleva a cabo su venganza.
Sadith Arévalo personificó a Raquel, una adolecente, muy atractiva, dulce y sensual y también a una Raquel ya adulta, empleada de otro banco, desconfiada y consciente de los peligros de entablar conversación con desconocidos. Valoro los momentos de su parlamento pero también los momentos que está presente, en un segundo plano, como si fuera un sueño, la delicadeza de sus desplazamientos.
David Almandoz, construyó un personaje que inevitablemente nos recuerda al de “Tito” de la serie televisiva de “Al fondo hay sitio”, quizás por la coincidencia de ambos personajes que aman el trago, la diversión. A diferencia de este personaje, quien tenía sus valores muy claros, Juan juega a la doble cara, no tiene escrúpulos con tal de agregar una nueva conquista, aún a costa de su mejor “amigo”.
Coco, interpretado por Karlos López Rentería, entra en conflicto porque ama a su novia, aunque ya le fue infiel en otra oportunidad, ahora al ver a Raquel, quiere conquistarla. En el pasado era muy tímido y nunca le confesó su amor. Aquí es donde la realidad de lo que ocurrió o lo que quiso que ocurriera se va mezclando. La evolución del personaje estuvo muy bien marcada, vimos un Coco adolescente, tímido y vulnerable que con persistentes palabras logró acompañar a la joven de sus sueños. Luego vimos a un Coco adulto pero inmaduro, que no valora lo que tiene y va por una ficción, que disfruta las noches bohemias con los amigos. Y finalmente el Coco reflexivo, que cae en la cuenta de los motivos de la soledad de la gente y la propia.
La escenografía muy bien distribuida en planos y con los muebles indispensables nos trasladó a una banca de un paradero, al departamento de Elizabeth y a un bar de Lima.
Algunos temas van atravesando la obra e inevitablemente nos hacen reflexionar. Las relaciones sociales reflejan cierto machismo. Si un hombre es infiel, hay que perdonar al varón, pero si la infiel es la mujer, se le condena.
La soledad es el otro tema que se desliza, pero una soledad que es consecuencia de la falta de valores o de un comportamiento indigno. Todo el daño que se hace se paga. No siempre es así, muchas veces la soledad no es una elección en la vida.
Hay que llenar la noche nos habla precisamente de nuestros aciertos y errores, de los encuentros y desencuentros. En dejar el pasado atrás y seguir adelante.
Por: Ada Landeo Torres - Crítica Teatral Sanmarquina
Ficha Técnica:
Producción General: Espacio Libre Teatro
Producción Ejecutiva: Evelyn Irivarren
Música: Prado
Fotografía: Luis Peche
Teatro: Club de Teatro de Lima (Miraflores)
Dirección: Diego La Hoz
Elenco: Karlos López Rentería, Elyana Fry García Pacheco, David Almandoz y Sadith Arévalo
Temporada: 13, 14, 20, 21, 27 y 29 de septiembre a las 7 p.m.
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