“Shakespeare es un autor de denuncia constante”
ENTREVISTA a LAURA SILVA (Argentina)
Directora de “Una versión clown de Romeo y Julieta”
Laura Silva (Buenos
Aires, 1971) es una directora poco convencional. Sus montajes lúdicos e inclasificables reflejan su
esmerada y variada formación: desde sus cursos de dirección de teatro, de montaje de obras
líricas hasta aprendizajes vivenciales con Alberto Félix Alberto, el precursor argentino del “teatro de
la imagen”, por citar algunas.
Laura Silva |
A esa exquisita
alquimia de saberes bastaría añadir la confesa admiración de Silva por William Shakespeare (1564–1616), autor al que conoce tanto que es Miembro de la
International Shakespeare Association.
Sus versiones de “Macbeth” y “Ricardo
III” y otros textos de “Willy” –como suele llamarlo– no han resistido los
comentarios dentro y fuera de Argentina. Esta vez en Perú, Silva aprovecha al máximo un clásico universal del Cisne de Avon salpicado de “referentes contemporáneos” y humor físico para componer y dirigir “Una versión clown de Romeo y Julieta”. Esta irreverente propuesta de Hermanas Lamancha ironiza sobre los prejuicios (sociales, raciales o
sexuales) con contrapuntos musicales y cromáticos y lenguajes escénicos integrados.
¿Cómo empieza tu simpatía por William Shakespeare?
Mi primera
experiencia con Shakespeare empezó a los 20 años. Entonces estudiaba en la Escuela
Nacional de Arte Dramático, ahora integrada en la Universidad Nacional de las
Artes (UNA), y debía elegir un material para una tesina que trabajaría todo el
año. En segundo año
de la carrera lo habíamos estudiado y decidí retomarlo con “Hamlet”. Había
entrado a un mundo maravilloso de claroscuros humanos que Shakespeare sabía contar con facilidad. Desde entonces llevamos
25 años juntos.
¿Por qué escenificar a Shakespeare en estos días?
Hay muchas
razones. A nivel ideológico, siento que todos los materiales de “Willy” tienen
una vigencia enorme. Este autor no solo ha abarcado todos los temas, sino que se
ha adelantado en aspectos como la sexualidad. Él era un tipo pluri-sexual y tenía
una forma especial de contar la sexualidad en sus obras. Es un autor de
denuncia constante.
Además, ha enriquecido
mi formación como directora teatral en la ENAD, en dirección escénica de ópera
–muy cercana al cine en cuanto a montaje– o cuando me formé en Argentina con Alberto Félix Alberto (Buenos Aires, 1948), uno de los precursores del “teatro de la
imagen”, donde aprendí a contar desde la imagen.
Por último, y
más importante, para conocerlo a él, para descubrir cómo era él como teatrista.
Él laburaba con el “aquí y ahora”, producía y modificaba sus escenas, cuando el
público no le gustaba algo. Trabajaba
mucho con la respuesta del espectador y por eso en el Globe Theatre no existía
“cuarta pared” sino un diseño de los tres puntos de vista.
Un reto como directora...
Un director es un
comunicador social y debe saber a qué sociedad va a dirigirse y en qué momento.
Trabajar textos “clásicos” permiten encontrar ciertos anclajes que yo denomino “referentes
contemporáneos o locales”, formas que un director encuentra para trasladar un
tema abordado hace tres o cuatro siglos a la actualidad.
A través de estas
formas, puede llegarse al espectador de hoy que está imbuido en las redes
sociales. Soy de la “Generación X”, la generación del videoclip, cuya retina
está acostumbrada a una velocidad discursiva basada en la imagen que hace que
nos reformulemos cómo abordar un material de todas estas características.
¿Cómo abordas tus montajes? ¿Empiezas de cero?
Todo material
es un mundo donde pasan miles de cosas. Nunca me pasó tener que “empezar de
cero”, porque siempre parto desde una idea concreta. Suelo ser muy obsesiva, es
una de las características de mi trabajo. Empiezo dibujando un “storyboard” de
la obra antes de sentarme con el director de arte o los actores.
Silva ha participado en talleres de Hermanas Lamancha |
Ya en el
proceso creativo aparecen nuevos detalles y se descartan otros, manteniendo un eje
de propuesta. Siempre trabajo a tempos musicales y con una métrica e iluminación
definidas que acompañan mis puestas que, a mi parecer, son más artísticas que
dramáticas.
¿Por qué utilizar códigos del clown para Romeo y
Julieta?
No soy clown,
pero sí he dirigido puestas clown como mi versión de “Ricardo III”. Me interesa
el clown por su verdad y su marginalidad: es impune frente a la denuncia. Esta impunidad
para decir las cosas está protegida por su marginalidad. Pienso que el hecho
teatral debe ser didáctico y con esta puesta deberíamos despojarnos de pensar
que el clown es el payaso que solo hace reír.
Quitar ese cliché...
Eso me parece
muy importante en nuestra propuesta. Es lo que venimos trabajando con el coach
de clown Tomás Carreño y Jorge Costa, mimo que vino desde Buenos Aires a
colaborar conmigo, y cuya mirada es particular e intensa. Él sabe mucho de la
comedia del arte, el clown y el humor físico. Mis puestas tienen mucho
despliegue físico.
¿La idea de acción cambia?
Yo entiendo que
la emoción es consecuencia de la acción. Por eso escapo al abordaje tradicional
de la línea de pensamiento. Raúl Serrano, maestro de muchos en Buenos Aires, nos
enseñó que a escena se entra “para matar o para coger”; pulsión de vida o
pulsión de muerte. En cada uno de
los 20 cuadros de “Una versión clown de Romeo y Julieta” les decía a los actores que definieran para qué
entraban a escena: sufrir, denunciar, contar, dormir... esa simple intención te
lleva a una acción inmediatamente. Desde la acción y el juego aparece la
intención y la emocionalidad.
¿Cómo reír con la tragedia o llorar con la comedia?
En todo hecho
trágico hay algo cómico y en todo hecho cómico hay algo trágico. En la vida la
comedia no está escindida de la tragedia. En Shakespeare menos. En sus comedias
hay momentos de profundo dramatismo y en sus tragedias hay momentos sumamente
cómicos.
Y “Romeo y
Julieta” tiene muchos pasajes cómicos. No es algo que hayamos inventado, sino
que ha aparecido en el proceso creativo porque el texto está hecho para eso.
Es lo que los ingleses llaman “mingle-mangle”: esa comunión permanente entre la
tragedia y la comicidad que también es uno de los anclajes de este proyecto.
¿Cómo fue el proceso creativo de esta obra?
Yo trabajo con “las
cuatro patas de la mesa”. Es decir, selecciono las escenas del libreto original,
las traduzco, las envío a los actores no solo para la aprendan, sino para que “lean”
cuál va a ser el cuento. En el primer ensayo improvisamos toda la obra. Lo
hicieron cada uno desde su especialidad: actuando, improvisando
o clauneando. Luego los “coachearon”.
Daniel Cano (Romeo) y Valeria Escandón (Julieta) |
Después
buscamos unificar la estética del montaje partiendo del origen ecléctico de
todo el elenco hasta encontrar una identidad propia: ellos debían reconocerse como
una “troupee”. Luego de eso realicé un guionado nuevo puliendo las partes y
quitando otras.
Una vez que quedó listo el texto, los actores se lo aprendieron.
Con la llegada
de Jorge (Costa) hicimos todas las escenas de acción marcadas con tempos
musicales (4/4) a excepción de una en tiempo de vals (3/3). En paralelo íbamos
componiendo la música con Daniel Cano y Alonso Aguilar y Lu Arispe. Siempre
trabajo con música porque es un elemento muy ordenador.
¿Cómo enfocas la música en tus obras?
En “Macbeth”
llegué al extremo de trabajar desde la música original bajo un concepto
coreografiado. Concebimos una pista única con los silencios cronometrados y que
la obra terminaba con la música. Duraba una hora exacta. Fue un trabajo que
tomó orquestar unos tres meses. Decía Friedrich
Nietzsche (1844–1900) que la música es una de la más bellas de las artes porque tiene
de lo apolíneo (en el conteo) y lo dionisíaco (la emoción). Este elemento es esencial
en el desarrollo de los tres leit motiv del montaje: el de Romeo, Julieta y el
de Romeo y Julieta como pareja.
Agradecimientos especiales: Carla Revilla / Rony Mejía / ICPNA
Entrevista: EDER GUARDA
Entrevista: EDER GUARDA
Crítica Teatral Sanmarquina
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