Escuela vieja (o no tan vieja)
“Escuela vieja” es
una obra que satiriza la enseñanza rígida, vertical y militar que muchas
personas pudieron haber recibido con los viejos sistemas de enseñanza
implantados hasta los años 90 (y en algunos casos vigentes hasta ahora). Esta puesta
se teje con situaciones cómicas de las actividades comunes en aquellas épocas:
desfiles, formaciones, clases u otras.
Hacia la mitad de la
obra encontramos el momento más destacado: los actores van recitando al unísono
diversas lecciones hasta que sus mentes, de tanto memorizar y repetir, se
sobrecargan y desemboca una situación hilarante y confusa, como aquella en la
que la religión e historia se funden: “No adorarás falsos Atahualpas”. Se esboza
una educación deshumanizadora que convierte a la persona en una máquina repetidora
de lecciones hasta que éstas pierden su sentido.
Esta parte recuerda
un tanto a una escena de “Tiempos Modernos”, de Charles Chaplin, en la que un
obrero de fábrica pierde la cordura por el estrés de su trabajo.
Los diálogos se componen de lecciones de escuela y colegio, tablas numéricas, historia, religión, los cuales son tomados de muchos textos de enseñanza de antaño, algunos aún vigentes. Cuatro alumnos (dos personajes masculinos y dos femeninos) de personalidades disímiles entre sí conviven a diario en sus centros de enseñanza.
Los diálogos se componen de lecciones de escuela y colegio, tablas numéricas, historia, religión, los cuales son tomados de muchos textos de enseñanza de antaño, algunos aún vigentes. Cuatro alumnos (dos personajes masculinos y dos femeninos) de personalidades disímiles entre sí conviven a diario en sus centros de enseñanza.
Está el chacotero (Claret
Quea), el brigadier (encargado de la disciplina, Henry Sotomayor), la alumna
aplicada o “chancona” (Gisella Estrada) y una la chica con problemas de
sobrepeso (Alexa Centurión). Se profundiza en las diversas situaciones traumáticas
que pudiera sufrir cada uno de ellos. Se da el caso de una chica ridiculizada
por su origen, el alumno obligado a reprimir su sexualidad so pretexto de ser tendencias
“equívocas” y, por último, a una alumna cuyo obstáculo principal para la
convivencia reside en su físico.
Aquí se muestra la
otra cara de una escuela, quizás, no tan vieja: un espacio lleno de crueldad,
discriminación y prejuicios, a pesar del humor con que se recrean las situaciones.
La escenografía es sencilla, compuesta por cuatro carpetas, una pizarra y una
bandera peruana. Los actores van jugando en ella, moviendo, a veces, o
adicionándole algunos elementos según convenga, como la escena en la que
aparece una ruleta de la suerte. El vestuario es el uniforme color plomo que se
usó hasta fines de los años noventa e inicios de la década pasada.
Como dato curioso
diremos que el título del montaje alude a “Escuela nueva”, texto escolar de
Augusto Benavides Estrada, muy difundido en las escuelas peruanas hace
varios años. “Escuela vieja” se presentó el año pasado en el Centro Cultural de
España de Lima y este año pudimos apreciarla en su única función en la Plazuela
de las Artes. Esperamos que la directora y el elenco se animen a realizar más
funciones: sabemos que participarán en el Festival Internacional de Saberes
Escénicos (FISABES) de abril próximo. Desde aquí estaremos atentos a sus nuevos
trabajos.
Ficha
artística
“Escuela Vieja: todo
lo que siempre quiso olvidar de la educación peruana”, creación colectiva
Dirección: Patricia
Biffi
Elenco: Alexa
Centurión, Henry Sotomayor, Gisella Estrada y Claret Quea
Ilustración: Jesús
Cossío
Lugar: Plazuela de
las Artes (Jr. Ica 377)
Función: 18 de
febrero 2014
RAMIRO
MIRANDA
Crítica
Teatral Sanmarquina
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