El acto

En un mundo de extrema represión,
con “bandera única”, donde los selfies y
los virales han dejado de ser sólo un vicio del orgullo o autoestima y se han
convertido en el registro de una ola de suicidios, el ejército, la iglesia, los
científicos y lo diplomáticos se reúnen para frenar esta catástrofe. ¿Cómo se
combate la muerte voluntaria?
Un cuerpo inerte yace atado
de brazos y amordazado en medio del escenario desde que entramos al teatro. La función empieza con un clima futurista –quizá no tan lejano- una mezcla de
tecnología y sombras que ambienta la música, con matices de tres colores, desde
la escenografía hasta las vestimentas: el rojo, el negro y el blanco (y ligeras
gradaciones). A los lados, dos muros metálicos que se mancharán con sangre; al fondo,
una pantalla transparente; y al final, la bandera única, como representación de
potencial vulnerabilidad en el mundo entero.
“Vivimos nuevos tiempos”,
anuncia la protagonista, que hace poco era el cuerpo inerte, “los mismos humanos
se han encargado de deshumanizar todo lo que nos rodea”. Y se constituye “el
acto”, la protesta adolescente en grupos fugitivos, en todo el planeta, cuyo
estandarte es el suicidio; para algunos, una reacción imprudente; para otros, una
causa loable. Pero ¿cómo esconderse de los que queremos que nos observen?, ¿cómo
cuidarse físicamente para el momento que amerite el suicidio? ¿Cómo dar final a
lo que sucumbe por voluntad?
La obra coge dinámica con
el espacio y el sonido. Las voces fuera de escena, la sensación de alarma y
desesperación constante, las luces tenues, las apariciones de los personajes
entre el público y, por ratos, a modo de estampida, reproducen un contexto de
desorden y medidas incomprensibles, tanto de un bando como del otro.
Las actuaciones mantienen uniformidad
en cuanto a registro y recursos. Las actividades realzan las reacciones del
público que, de vez en cuando, se preocupan por los personajes y por los mismos
hijos o parientes que están en escena. Otros momentos, más discursivos, se
muestran pasivos y pierden la movilidad del principio.
Aunque en este caos reina en
el drama, el texto y la dirección comunican eficientemente ciertos instantes de
comedia a modo de ironía. Cuando un auto se estrella voluntariamente contra el Palacio
de Gobierno, por ejemplo, ¿es un fiero ataque contra la integridad del
patrimonio? ¿Qué decir y qué no cuando se trata con los demás, cara a cara o
mediante algún videojuego? Además, la particularidad de los argumentos de las autoridades,
en pos de analizar esta “tendencia”, y al discutir sobre las causas con bases
eclesiales, científicas, legales, producen una reacción de burlase de lo
absurdo que resultan estos discursos tan cotidianos.
¿Cuál es la solución? ¿El
encierro forzado? ¿Rezar al creador? ¿Acaso no es una prueba de la selección
natural? ¿Habría que unirse a lo que no se puede combatir? Ahora, pregunto yo, ¿cómo dejar de ver una obra como
esta ante el momento social actual, cuando aún los derechos no se contemplan
como tales y el poder ejerce su autoridad como más le conviene?
Ficha artística
El Acto
Dramaturgia: Juan Carlos Valdez
Gonzáles
Dirección: Paco Caparó
Elenco: alumnos del tercer año
del Club de Teatro de Lima
Temporada: Del 14 al 29 de Marzo
Funciones: Sábados a las 8 pm y
domingos a las 7 pm.
Precio: S/.10.00. *Llegar con
media hora de anticipación para comprar sus entradas.
Lugar: Club de Teatro de Lima
(Av. 28 de Julio 183-Miraflores)
Teléfonos: (00511) 445-7780 y
447-7183
Sitio web: www.clubdeteatrodelima.com
Christian
Saldívar
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