“La cruel sociedad”, creación colectiva
Sexto
Festival Teatro Aficionado
Elenco:
Grupo Vuvuzela (Iglesia Alianza Cristiana y Misionera)
Lo que empezó como un medio
para compartir aleccionadores mensajes se convirtió en una experiencia revitalizante
para los miembros de una de las sedes de la Iglesia Alianza Cristiana Misionera
del Callao. Hablamos del grupo Vuvuzela que, desde hace tres años, participa
con entusiasmo en el Festival de Teatro Aficionado. En esta oportunidad,
presentaron “La cruel sociedad”, una pieza construida con testimonios de la
vida real.
A una calle llena de
grafitis y solitarias bancas van llegando, uno a uno, personas agobiadas por drogas,
alcohol, enfermedades terminales o locura, o marginadas por una opción sexual
distinta. Cada uno de ellos va confesando pasajes tristes de sus vidas bajo un
mismo denominador: mostrar la frialdad e indolencia de la sociedad (de ahí el
título de la obra) como un factor que impide la ‘redención social’ de estos
personajes.
Los crudos monólogos que
dicen, nos comentaron los integrantes de Vuvuzela, fueron ‘suavizados’, por
decirlo, de algún modo. Y es que antes de subir a escena, “La cruel sociedad”
solía ser representada en las calles chalacas y era entendible que su lenguaje y
dirección manejaran códigos distintos a las convenciones propias teatro de
sala. Precisamente ése fue uno de los apuntes rescatados por el asesor y
docente del Teatro de la Universidad Católica (TUC) Carlos García-Rosell.
El mensaje de la obra era excesivamente
claro. A pesar de la riqueza dramática de ciertos personajes (con objetivos
definidos en algunos más que en otros), el argumento se tornaba predecible desde
el inicio y restaba el interés para el público sobre lo que podría ocurrir,
pero se intuía que el poder salvador de Cristo podría aparecer. Del mismo modo,
incidió en que es mejor singularizar las historias (testimonios) en lugar de
lucir muy general, de modo que se enriquezcan a sus personajes.
Ello sería de mucha ayuda
para los actores empíricos y, en algunos casos, debutantes; de modo que puedan equilibrar
con matices positivos sus papeles trágicos. Un segundo factor es propiciar la
interacción entre los personajes, quienes después de compartir sus monólogos,
se quedaban rezagados hasta el final, en parte, por la ausencia de una acción
clara. La frase “el teatro no es verbo, es acción” resume esta premisa.
Algo que no puede soslayarse
es que el grupo Vuvuzela es, en todo el sentido de la palabra, una gran familia.
No sólo por el tiempo que llevan trabajando (cerca de una década), sino porque existen
lazos consanguíneos y espirituales sólidos que los congregaron en torno al
teatro. Un esfuerzo notable con un mensaje inspirador que podrá ser escuchado de
mejor forma por una sociedad ávida de valores.
Cronista:
EDER GUARDAMINO
Crítica
Teatral Sanmarquina
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