“Qué quiere la mujer”
Elenco: Rompe el hechizo M (Cieneguilla)
Sexto Festival de Teatro Aficionado
Sexto Festival de Teatro Aficionado
Sábado 12 de agosto 2012
Adaptado de
un cuento de Geoffrey Chaucer, escrito en 1400, “Qué quiere la mujer” nos cuenta
la historia de un caballero que ante la posibilidad de perder la cabeza, emprende
un viaje por el mundo para hallar la respuesta a esta incógnita planteada por
la reina. Gracias a la ayuda de una bruja encuentra finalmente la respuesta,
pero, en el intento, contrae un nefasto matrimonio con esta bruja misteriosa. La puesta
fue dirigida por Dino Jiménez Miranda, profesor del Teatro del Museo de la
Nación y el Ministerio de Cultura.
Estas son
algunas impresiones de los noveles actores. Joselyn, una de las más entusiastas,
nos comenta que estuvo en el taller desde el inicio. Sus sueños son seguir
estudiando arte teatral y especializarse en el extranjero. Selene baila
flamenco, tiene dos años en el taller, aunque muy poca participación en puestas
en escena y señala que para ser una buena actriz se tiene que tener compromiso
y continuar en el arte. Lissette Fernández tiene 22 años –cuatro de ellos en el
taller– y piensa que la experiencia ayuda al actor a volverse más artista. Reflexiona
sobre todas las obras en las que ha participado y nos señala que esta fue la que
más le gustó.
Eduardo
Jara tiene 15 años. Es el último de los integrantes con apenas un año en el
taller. Él nos comenta que le costó integrarse al elenco, pero confía que con
esta nueva experiencia crecerá como actor. Estos chicos comparten un mismo
objetivo: sensibilizar y aportar a la sociedad con un proyecto principalmente
cultural. Un detalle digno de rescatar es que ellos se autogestionaron el
vestuario y han conseguido sacar la obra
en formato de video. Sin embargo, existieron dificultades como la falta de un
local para ensayar: trabajaron al aire libre, en casa de los padres de Joselyn en
Cieneguilla.
Este
montaje contó la asesoría de Carlos García-Rossel. Su primera apreciación fue
que la obra culminó con demasiada moraleja. “¿Qué quiere la mujer?, ¿quiere ser
dueña de su propia vida?", reflexionaba. La respuesta resultaba demasiado
evidente y pareció una fabula. Y es que el discurso escénico no debe decirlo el
actor, sino que el público debió sacar sus propias conclusiones. Un buen recurso
hubiera sido no plantear una sola respuesta, sino varias preguntas, de modo que
se dejen códigos abiertos para el espectador. Los finales obvios, recalcó,
siempre son malos y desmerecen lo hecho en todo la obra, en cambio, las mejores
obras siempre te dejan las preguntas abiertas y son de libre interpretación.
García-Rossel
les recomendó disfrutar lo que hacen. En cuanto a la estructura de la propuesta,
recomendó distribuir mejor el espacio sin caer en la divagación o la
imprecisión porque ello no ayuda la efectividad del montaje. Aquí se deben respetar
los códigos: lo horizontal, especifica, no agrede; lo vertical: corta, es
agresivo. E hizo hincapié en la proyección de voz, dicción y vocalización de los
textos. El asesor recomendó cuidar los elementos propios de los personajes como
la espada del caballero que jamás debe dejar caer pues es su símbolo de
caballería y se debió orquestar mejor los movimientos del juego de espadas. “El
valor del objeto no es el objeto mismo, sino la relación entre su espada y el
caballero”, mencionó.
Del mismo
modo, señaló que debe existir una lógica y acentos en los personajes. Esto a
raíz que hubo un cambio de tiempo y espacios: el rey Arturo, la música criolla,
el landó, aparición de personajes de la sierra, etc. Dos errores puntuales se
incluyeron en su comentario. El primero fue que la transformación de la bruja
en doncella no funcionó porque ya había sido anunciado, mientras que la salida,
muy tímida, por cierto, de la doncella fue fatal. “El actor debe salir con
todo, asumiendo que no es quien va a actuar, sino que es el personaje”, les
recordó el asesor.
Finalmente,
en cuanto a la coreografía no se puede dudar al momento al entrar y, peor aún,
si es con playback. “¿Farsa, humor,
humor negro, realismo?, ¿qué era?”, fue la pregunta que podría haberse el
público. Para García-Rossel, el momento más bajo de la puesta fue la
coreografía, pero destacó la interacción de los personajes como el mejor
momento. Con el talento y los riesgos que están dispuestos a correr, los
integrantes de Rompe el hechizo M ahora tienen la misión de superar sus
inconvenientes para trabajar a futuro.
Cronista adjunto: JUAN CARLOS CARBALHO
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